La inutilidad metodológica del desacuerdo profundo

Autores/as

  • Steven Patterson Department of Philosophy, Marygrove College, Detroit

Palabras clave:

Desaceurdo profundo, Fogelin, argumentación, Wittgenstein.

Resumen

En este trabajo comienzo examinando la perspectiva de Fogelin sobre el desacuerdo profundo. Mi alegato es tanto que esta perspectiva es profundamente defectuosa como sembrar dudas sobre la posibilidad de que tales desacuerdos profundos realmente sucedan. Sin embargo, mantengo que la noción de desacuerdo profundo en sí misma es una herramienta teórica útil para pensar la argumentación. La segunda parte de este trabajo argumenta por esto mostrando cómo pensar los desacuerdos profundos desde las perspectivas retórica, al estilo de la teoría de la argumentación de Walton, la computación, y la pragmática normativa, arrojando luz útil todos estos campos sin importar la orientación que uno tenga dentro del estudio de la argumentación. De este modo, concluyo que el desacuerdo profundo –incluso en el caso que nos demos cuenta que no hay en el mundo ocurrencias reales a las que podamos señalar– es teóricamente útil para los teóricos de la argumentación. En esta vena, el desacuerdo profundo instala un desafío teórico (y no, como se piensa ampliamente, uno práctico) para la teoría de la argumentación sin diferencia al que se instala por el escepticismo radical en la epistemología tradicional.

Abstract: In this paper I begin by examining Fogelin’s account of deep disagreement. My contention is that this account is so deeply flawed as to cast doubt on the possibility that such deep disagreements actually happen. Nevertheless, I contend that the notion of deep disagreement itself is a useful theoretical foil for thinking about argumentation. The second part of this paper makes this case by showing how thinking about deep disagreements from the perspective of rhetoric, Walton- style argumentation theory, computation, and normative pragmatics can all yield insights that are useful no matter what one’s orientation within the study of argument. Thus, I conclude that deep disagreement–even if it were to turn out that there are no real-world occurrences of it to which we can point–is useful for theorists of argumentation. In this wise, deep disagreement poses a theoretical (and not, as is widely thought, a practical) challenge for argumentation theory not unlike that posed by radical skepticism for traditional epistemology.

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Publicado

2017-05-25

Número

Sección

Artículos